A finales del siglo XIX y comienzos del XX, Alemania era una potencia mundial en el campo de la Física; sin embargo, cuando Hitler comenzó a perseguir a los judíos, muchos de los científicos que habían hecho brillar a Alemania, que eran de origen judío, decidieron exiliarse y marcharon fundamentalmente a Estados Unidos.
Pero otros físicos eran considerados totalmente «arios» según la doctrina nazi. Uno de ellos, Werner
Karl Heisenberg, nacido a finales del primer año del siglo XX en la ciudad bávara de Wurzburgo. A Heisenberg le fue concedido
el Premio Nobel de Física del año 1932 (era muy joven, aún no había cumplido 31 años) por sus contribuciones fundamentales a la nueva Física Atómica que estaba surgiendo y utilizando para ello la Mecánica Cuántica como herramienta. Esa nueva Mecánica no sólo estaba cambiando nuestra forma de entender el mundo atómico y subatómico, sino también produciendo un cambio de paradigma en nuestro conocimiento del mundo que nos rodea, siendo imposible medir la posición y la velocidad de una partícula elemental con total exactitud: El «
principio de incertidumbre» de Heisenberg. Cualquier proceso de medida modifica la magnitud que se desea medir. En el mundo microscópico debemos abandonar el concepto de causalidad, pasando del determinismo clásico a una interpretación probabilística.
Carta de advertencia
En 1939
Einstein y Szilard (alemán y húngaro, respectivamente, y ambos de origen judío), exiliados en Estados Unidos, enviaron una
famosa carta al presidente Roosevelt (realmente la escribió Szilard pero buscaron a un físico de renombre para que la firmara: Einstein) advirtiéndole del gran poder destructivo que se obtendría a partir de la fisión del núcleo de algunos átomos. En la misiva predecían que si los nazis eran los primeros en desarrollar la «bomba», como se la denominaba, el mundo tal y como lo conocemos se vería seriamente amenazado. Roosevelt fue prudente, porque los Estados Unidos no estaban en guerra, en ese momento. También hubo una carta alemana, tres meses antes que la de Einstein a Roosevelt, enviada por varios científicos alemanes a su Ministerio de Guerra, señalando
el poder que supondría a un país el disponer de una bomba atómica.
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