El técnico lideró a la selección que ganó el preolímpico con saldo de 6 triunfos y 4 derrotas
Néstor "Che" García conversó en exclusiva con El Universal sobre el proceso que llevó a la selección nacional de baloncesto a quedarse con el título del torneo FIBA Américas de 2015 y la clasificación a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.
Con información de:
RICARDO JOSÉ MACIÑEIRAS , NÉSTOR 'CHE' GARCÍA , SELECCIONADOR DE VENEZUELA | EL UNIVERSAL
domingo 20 de septiembre de 2015
Néstor "Che" García insiste. Está convencido que el trofeo del Suramericano de 2014, la clasificación a los Juegos Olímpicos de 2016 y el título del torneo FIBA Américas de 2015 es devolverle a Venezuela "solo un poquitito" de lo mucho que le ha dado. Pero, en los libros de historia, es más que eso. Se trata del ciclo más exitoso que haya tenido cualquier entrenador al mando de la selección nacional de baloncesto.
Con la caja de cigarros siempre cerca, el argentino lo reitera mientras conversa con El Universal en los espacios exteriores del Hotel Eurobuilding de Caracas. "De verdad, es solo un poquito", dice.
Mientras contesta a cada pregunta, algunos huéspedes lo identifican de lejos y esperan para pedirle una foto. Saben que es la mente detrás del primer campeonato continental del básquet venezolano, ese que logró al dirigir a los ya populares "Héroes de México".
-Siempre pidió tener los pies en la tierra. ¿En qué momento se dio cuenta que se podía optar por algo más que solo el repechaje olímpico durante el FIBA Américas?
-Solo en el momento en que fuimos a jugar contra Canadá, en las semifinales. Cuando le ganamos a Panamá, me dije: ya quedamos entre los cuatro mejores, ahora veamos. Paso a paso. Ahí ya sentí que íbamos por la gloria.
-Hubo que hacer muchos ajustes para detener a Canadá, porque es un equipo que les anotó 32 puntos en contragolpe durante la primera ronda. ¿Fue ese el reto más complicado?
-En realidad el reto más grande es mantenerse en este tipo de campeonatos, porque son desgastadores. Te matan física y mentalmente. La verdad que te saturan. El de Canadá era un día en el que debíamos tener todo al 100 por ciento: corazón, mente y piernas. La cabeza influye demasiado porque muchas veces lo mental genera cosas que a uno lo hacen sentir mejor. Había que bajarle a ellos la corrida y los puntos. Decidimos que no metieran de tres y pudimos pararlos.
-¿Siente que la mala actuación durante los Juegos Panamericanos terminó potenciando a este grupo?
-Replanteamos cosas que teníamos que mejorar para dar un salto de calidad y le agregamos otras cosas más. Fue un punto de inflexión para analizar todo y, principalmente, para ser más sólidos. En los Panamericanos tuvimos momentos buenos y malos. En estos torneos necesitas más solidez. Éramos muy inconstantes.
-Logró un cambio hacia una mentalidad basada en la defensa ¿Qué se necesita para que un jugador se convenza de una idea?
-Principalmente, estar seguro de la idea. Nosotros vimos jugadores que se podían adaptar a esa idea. Hay que tener credibilidad, ser duro con la verdad y trabajar. Con todas esas cosas, si uno las va manteniendo, me parece que ya después vas logrando una identificación. Aquí hay siete jugadores que están desde el principio y eso me ha ayudado.
-¿Cómo construye a la mejor defensa de América?
-Nosotros tuvimos que suplantar la altura, o sea todo lo que podemos hacer por arriba, en el piso. Nos enfocamos en ponernos muy agresivos en el perímetro y mejoramos mucho en las rotaciones. No queríamos que nos llegaran rápido al canasto ni que nos lanzaran de tres puntos. Para eso tienes que ser muy táctico y muy agresivo. Sabíamos que no teníamos bloqueadores de tiro o quienes cambien tiros. Nuestra idea era generar una defensa muy férrea y que confunda desde el hombre a hombre y las rotaciones. Fue un despliegue increíble de los jugadores.
-Ha pasado demasiado tiempo alejado de su familia desde el año pasado. ¿Cómo ha lidiado con un obstáculo tan difícil?
-Ha sido mucho tiempo, mucho sacrificio. Hay que estar lejos de casa por casi 10 meses. Terminé la final de la LPB y a los cinco días me tuve que meter en la selección. Pero esto fue lo que yo elegí para mi vida y mi familia lo sabe. Está aceptado en mis seres queridos que este es mi trabajo y mi pasión. A la vez tengo claro que, cuando me voy a algún lado, es para tratar de llegar lo más alto posible, porque sino mis seres queridos no me justificarían que estuviese tanto tiempo lejos sin ser productivo. Es la presión más grande que tengo (...) por ejemplo, cuando ganamos a Canadá, mi hijo me mandó un mensaje y me decía que estaba feliz, que lloraba y todo eso. Pero me comentó también que me iba a agradecer toda la vida por cómo los jugadores y yo nos plantamos en una cancha.
-Vive muy intensamente lo que pasa en una cancha. ¿Así se traduce su pasión por el baloncesto?
-Sí (risas). Voy a empezar a cambiar, porque ya estoy grande. Si un cardiólogo me dice que me tiene que hacer una prueba de esfuerzo, me le río. Yo lo vivo así. El día que no lo sienta más así, y que no sienta lo que me pasa en el estómago antes de un partido, me dedico a otra cosa. Me causa mucha adrenalina. Muchas veces también pega fuerte cuando las cosas no se te dan. Yo sé que doy la vida dentro de una cancha; todos los entrenadores la damos, pero yo siento que lo tengo que hacer porque, si no se da algo, es mi manera de quedarme tranquilo. Soy muy autocrítico conmigo mismo.
-Los triunfos comprometen. ¿Qué piensa que se puede construir a partir del título en el FIBA Américas?
-Ahora sería bueno que todos los estamentos aportemos ideas para que haya un antes y un después de este campeonato. Sería ideal que juntemos ideas y vayamos probando con ensayo y error, ensayo y error. Todo es para que el básquet crezca en todos sus estamentos: los entrenadores, los directivos, los periodistas, los jugadores jóvenes y los demás. Todos tienen inquietudes, entonces debemos juntarnos a hablar. Es un momento espectacular para proponer y dialogar.
Con la caja de cigarros siempre cerca, el argentino lo reitera mientras conversa con El Universal en los espacios exteriores del Hotel Eurobuilding de Caracas. "De verdad, es solo un poquito", dice.
Mientras contesta a cada pregunta, algunos huéspedes lo identifican de lejos y esperan para pedirle una foto. Saben que es la mente detrás del primer campeonato continental del básquet venezolano, ese que logró al dirigir a los ya populares "Héroes de México".
-Siempre pidió tener los pies en la tierra. ¿En qué momento se dio cuenta que se podía optar por algo más que solo el repechaje olímpico durante el FIBA Américas?
-Solo en el momento en que fuimos a jugar contra Canadá, en las semifinales. Cuando le ganamos a Panamá, me dije: ya quedamos entre los cuatro mejores, ahora veamos. Paso a paso. Ahí ya sentí que íbamos por la gloria.
-Hubo que hacer muchos ajustes para detener a Canadá, porque es un equipo que les anotó 32 puntos en contragolpe durante la primera ronda. ¿Fue ese el reto más complicado?
-En realidad el reto más grande es mantenerse en este tipo de campeonatos, porque son desgastadores. Te matan física y mentalmente. La verdad que te saturan. El de Canadá era un día en el que debíamos tener todo al 100 por ciento: corazón, mente y piernas. La cabeza influye demasiado porque muchas veces lo mental genera cosas que a uno lo hacen sentir mejor. Había que bajarle a ellos la corrida y los puntos. Decidimos que no metieran de tres y pudimos pararlos.
-¿Siente que la mala actuación durante los Juegos Panamericanos terminó potenciando a este grupo?
-Replanteamos cosas que teníamos que mejorar para dar un salto de calidad y le agregamos otras cosas más. Fue un punto de inflexión para analizar todo y, principalmente, para ser más sólidos. En los Panamericanos tuvimos momentos buenos y malos. En estos torneos necesitas más solidez. Éramos muy inconstantes.
-Logró un cambio hacia una mentalidad basada en la defensa ¿Qué se necesita para que un jugador se convenza de una idea?
-Principalmente, estar seguro de la idea. Nosotros vimos jugadores que se podían adaptar a esa idea. Hay que tener credibilidad, ser duro con la verdad y trabajar. Con todas esas cosas, si uno las va manteniendo, me parece que ya después vas logrando una identificación. Aquí hay siete jugadores que están desde el principio y eso me ha ayudado.
-¿Cómo construye a la mejor defensa de América?
-Nosotros tuvimos que suplantar la altura, o sea todo lo que podemos hacer por arriba, en el piso. Nos enfocamos en ponernos muy agresivos en el perímetro y mejoramos mucho en las rotaciones. No queríamos que nos llegaran rápido al canasto ni que nos lanzaran de tres puntos. Para eso tienes que ser muy táctico y muy agresivo. Sabíamos que no teníamos bloqueadores de tiro o quienes cambien tiros. Nuestra idea era generar una defensa muy férrea y que confunda desde el hombre a hombre y las rotaciones. Fue un despliegue increíble de los jugadores.
-Ha pasado demasiado tiempo alejado de su familia desde el año pasado. ¿Cómo ha lidiado con un obstáculo tan difícil?
-Ha sido mucho tiempo, mucho sacrificio. Hay que estar lejos de casa por casi 10 meses. Terminé la final de la LPB y a los cinco días me tuve que meter en la selección. Pero esto fue lo que yo elegí para mi vida y mi familia lo sabe. Está aceptado en mis seres queridos que este es mi trabajo y mi pasión. A la vez tengo claro que, cuando me voy a algún lado, es para tratar de llegar lo más alto posible, porque sino mis seres queridos no me justificarían que estuviese tanto tiempo lejos sin ser productivo. Es la presión más grande que tengo (...) por ejemplo, cuando ganamos a Canadá, mi hijo me mandó un mensaje y me decía que estaba feliz, que lloraba y todo eso. Pero me comentó también que me iba a agradecer toda la vida por cómo los jugadores y yo nos plantamos en una cancha.
-Vive muy intensamente lo que pasa en una cancha. ¿Así se traduce su pasión por el baloncesto?
-Sí (risas). Voy a empezar a cambiar, porque ya estoy grande. Si un cardiólogo me dice que me tiene que hacer una prueba de esfuerzo, me le río. Yo lo vivo así. El día que no lo sienta más así, y que no sienta lo que me pasa en el estómago antes de un partido, me dedico a otra cosa. Me causa mucha adrenalina. Muchas veces también pega fuerte cuando las cosas no se te dan. Yo sé que doy la vida dentro de una cancha; todos los entrenadores la damos, pero yo siento que lo tengo que hacer porque, si no se da algo, es mi manera de quedarme tranquilo. Soy muy autocrítico conmigo mismo.
-Los triunfos comprometen. ¿Qué piensa que se puede construir a partir del título en el FIBA Américas?
-Ahora sería bueno que todos los estamentos aportemos ideas para que haya un antes y un después de este campeonato. Sería ideal que juntemos ideas y vayamos probando con ensayo y error, ensayo y error. Todo es para que el básquet crezca en todos sus estamentos: los entrenadores, los directivos, los periodistas, los jugadores jóvenes y los demás. Todos tienen inquietudes, entonces debemos juntarnos a hablar. Es un momento espectacular para proponer y dialogar.
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