Madonna volvió a Nueva York con más fuerza
Abuelos, padres y nietos plenaron las gradas en el regreso al Madison Square Garden de la cantante de 57 años que suma tres décadas de carrera. Lo suyo no es un concierto, sino un verdadero show de Broadway
Veinte mil personas de literalmente todas las edades agotaron la taquilla de esta icónica mujer (AP)
por: ANDRÉS CORREA GUATARASMA EL UNIVERSAL
jueves 17 de septiembre de 2015
Nueva York.- Una semana antes de que el Papa Francisco ofrezca una misa en el Madison Square Garden (MSG), la "virgen" Madonna le bautizó la inmensa sala, considerada por muchos la más importante del mundo.
Lo hizo a su manera, claro. Si no, no fuese la leyenda que es: en sus coreografías hubo monjas en tangas y crucifijos inmensos, y la propia Madonna sentada en las piernas de un sacerdote que le entregó una biblia. Más tarde, vestida de novia con velo y ramo, que al lanzarlo al público exigió que lo tomara una pareja de hombres a la que ordenó besarse. Y ellos aceptaron felices.
Los títulos de varias canciones ayudaron además a crear su atmósfera de "sacro sacrilegio": Holy water (Agua bendita), Devil pray (Oración diabólica, que cantó con las manos atadas), Messiah (Mesías) y por supuesto su himno Like a Virgin (Como una virgen).
Madonna entró a escena dentro de una jaula y al final se fue en un trapecio. En el ínterin se cambió de ropa y peinado varias veces, mientras la magia de los videos y sus colosos bailarines en vivo le permitían ausentarse el tiempo que fuese necesario para reinventarse. Fue princesa medieval, torera, geisha, cordobesa y corista; se paró de cabeza y bailó con cauchos, un surtidor de gasolina, en una carrucha y hasta en el capó de un carro.
Veinte mil personas de literalmente todas las edades agotaron la taquilla de esta icónica mujer que acaba de soplar 57 velas y tres décadas en una profesión tan acostumbrada a las nuevas caras. Sin suda su suerte es excepcional, y ella lo sabe. "Soy afortunada de haber sobrevivido tres décadas. Y ha sido gracias a ustedes", dijo en uno de sus momentos más conservadores de la noche. De resto, privó el sarcasmo.
"Sueno cínica con respecto al amor porque tengo razones para serlo, pero soy romántica de corazón. Esta canción se la quiero dedicar a Nueva York, por hacerme quien soy", declaró como preámbulo del clásico galo "La Vie en Rose", quizás el momento más mágico e íntimo de la jornada de dos horas. La euforia mayor la había conseguido media hora antes, con su clásico "La isla bonita" en versión flamenco. Más tarde daría "gracias" y pediría al público contar "un, dos, tres", en perfecto español.
Cerró con "Holiday", proyectando banderas de unos veinte países aleatoriamente, incluyendo la venezolana.
Lo de Madonna no es un concierto, es un verdadero show de Broadway: coreografías impecables -bailarines y equilibristas-, escenografías, utilerías, retos a la gravedad, tarimas que suben y bajan, entradas y salidas por los ángulos más insólitos. Entre tanto tecnicismo y efectismo, resultaba difícil imaginar que allí mismo habrá una misa papal el 25 de septiembre.
Apenas el comienzo de la gira
Cada canción del concierto tiene su personalidad visual, incluso aquellas en las que la intérprete queda sola en escena con su guitarra. El escenario, en forma de una T inmensa terminando en un corazón, no sólo garantizaba originales coreografías y buena vista para todos, sino además honra el nombre del espectáculo.
La gira "Rebel Heart" (Corazón rebelde) comenzó en Montreal y Washington la semana pasada, pero por supuesto la diva que emigró de Michigan a Nueva York no considera nada oficial hasta que no se presenta acá. La agenda continuará esta jueves con otro concierto en el MSG y el sábado en Brooklyn. Luego, hasta fines de octubre tendrá 18 toques más en EEUU y Canadá. Entre noviembre y diciembre recorrerá 11 países en Europa.
Esta vez no habrá paradas específicas para los latinoamericanos, con las excepciones de Miami y Puerto Rico a finales de enero de 2016. En la primavera estará en Filipinas, Nueva Zelanda y Australia, donde los casi siete meses de gira terminarán oficialmente el 27 de marzo.
De la Madonna desaliñada de los comienzos queda muy poco. Esta vez, con el protocolo de las divas, se anunció un mes antes la lista de firmas y diseñadores responsables de su ajuar: Alessandro Michele (Gucci); Alexander Wang, Fausto Puglisi y Jeremy Scott (Moschino); Nicolas Jebran, Miu Miu, Prada y Swarovski. Quizás por eso era tan cuidadosa cuando se quitaba una prenda en escena.
Amy Schumer fue la inusual telonera en Nueva York. En vez de colegas músicos, como es costumbre, Madonna escogió a esta comediante, e incluso la trajo hacia al final del concierto para bromear con ella.
Schumer está de moda desde este verano. Tiene 4 nominaciones al premio Emmy este domingo por su espacio televisivo y suena desde ya para los Globos de Oro y el Oscar por su primera película protagónica, Trainwreck, cuyo guión además escribió.
Su actuación de arranque, acompañada de "mi novio" -una botella de vino tinto-, fue la típica de un comediante, con chistes sobre sexo, feminismo, familia, religión y política. Destacó sí su confeso fanatismo por Hillary Clinton, arrancando grandes aplausos, pese a que la precandidata demócrata vive un bajón en las encuestas.
Pero como Madonna, la Clinton es más fuerte que el odio que pueda generar.
acorrea@eluniversal.com
Lo hizo a su manera, claro. Si no, no fuese la leyenda que es: en sus coreografías hubo monjas en tangas y crucifijos inmensos, y la propia Madonna sentada en las piernas de un sacerdote que le entregó una biblia. Más tarde, vestida de novia con velo y ramo, que al lanzarlo al público exigió que lo tomara una pareja de hombres a la que ordenó besarse. Y ellos aceptaron felices.
Los títulos de varias canciones ayudaron además a crear su atmósfera de "sacro sacrilegio": Holy water (Agua bendita), Devil pray (Oración diabólica, que cantó con las manos atadas), Messiah (Mesías) y por supuesto su himno Like a Virgin (Como una virgen).
Madonna entró a escena dentro de una jaula y al final se fue en un trapecio. En el ínterin se cambió de ropa y peinado varias veces, mientras la magia de los videos y sus colosos bailarines en vivo le permitían ausentarse el tiempo que fuese necesario para reinventarse. Fue princesa medieval, torera, geisha, cordobesa y corista; se paró de cabeza y bailó con cauchos, un surtidor de gasolina, en una carrucha y hasta en el capó de un carro.
Veinte mil personas de literalmente todas las edades agotaron la taquilla de esta icónica mujer que acaba de soplar 57 velas y tres décadas en una profesión tan acostumbrada a las nuevas caras. Sin suda su suerte es excepcional, y ella lo sabe. "Soy afortunada de haber sobrevivido tres décadas. Y ha sido gracias a ustedes", dijo en uno de sus momentos más conservadores de la noche. De resto, privó el sarcasmo.
"Sueno cínica con respecto al amor porque tengo razones para serlo, pero soy romántica de corazón. Esta canción se la quiero dedicar a Nueva York, por hacerme quien soy", declaró como preámbulo del clásico galo "La Vie en Rose", quizás el momento más mágico e íntimo de la jornada de dos horas. La euforia mayor la había conseguido media hora antes, con su clásico "La isla bonita" en versión flamenco. Más tarde daría "gracias" y pediría al público contar "un, dos, tres", en perfecto español.
Cerró con "Holiday", proyectando banderas de unos veinte países aleatoriamente, incluyendo la venezolana.
Lo de Madonna no es un concierto, es un verdadero show de Broadway: coreografías impecables -bailarines y equilibristas-, escenografías, utilerías, retos a la gravedad, tarimas que suben y bajan, entradas y salidas por los ángulos más insólitos. Entre tanto tecnicismo y efectismo, resultaba difícil imaginar que allí mismo habrá una misa papal el 25 de septiembre.
Apenas el comienzo de la gira
Cada canción del concierto tiene su personalidad visual, incluso aquellas en las que la intérprete queda sola en escena con su guitarra. El escenario, en forma de una T inmensa terminando en un corazón, no sólo garantizaba originales coreografías y buena vista para todos, sino además honra el nombre del espectáculo.
La gira "Rebel Heart" (Corazón rebelde) comenzó en Montreal y Washington la semana pasada, pero por supuesto la diva que emigró de Michigan a Nueva York no considera nada oficial hasta que no se presenta acá. La agenda continuará esta jueves con otro concierto en el MSG y el sábado en Brooklyn. Luego, hasta fines de octubre tendrá 18 toques más en EEUU y Canadá. Entre noviembre y diciembre recorrerá 11 países en Europa.
Esta vez no habrá paradas específicas para los latinoamericanos, con las excepciones de Miami y Puerto Rico a finales de enero de 2016. En la primavera estará en Filipinas, Nueva Zelanda y Australia, donde los casi siete meses de gira terminarán oficialmente el 27 de marzo.
De la Madonna desaliñada de los comienzos queda muy poco. Esta vez, con el protocolo de las divas, se anunció un mes antes la lista de firmas y diseñadores responsables de su ajuar: Alessandro Michele (Gucci); Alexander Wang, Fausto Puglisi y Jeremy Scott (Moschino); Nicolas Jebran, Miu Miu, Prada y Swarovski. Quizás por eso era tan cuidadosa cuando se quitaba una prenda en escena.
Amy Schumer fue la inusual telonera en Nueva York. En vez de colegas músicos, como es costumbre, Madonna escogió a esta comediante, e incluso la trajo hacia al final del concierto para bromear con ella.
Schumer está de moda desde este verano. Tiene 4 nominaciones al premio Emmy este domingo por su espacio televisivo y suena desde ya para los Globos de Oro y el Oscar por su primera película protagónica, Trainwreck, cuyo guión además escribió.
Su actuación de arranque, acompañada de "mi novio" -una botella de vino tinto-, fue la típica de un comediante, con chistes sobre sexo, feminismo, familia, religión y política. Destacó sí su confeso fanatismo por Hillary Clinton, arrancando grandes aplausos, pese a que la precandidata demócrata vive un bajón en las encuestas.
Pero como Madonna, la Clinton es más fuerte que el odio que pueda generar.
acorrea@eluniversal.com
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